viernes, 3 de abril de 2020


Vida y Muerte.

Mejor puto invento, el vino -pensó aquella mujer, maravillada, no por primera vez, del ingenio que podían llegar a mostrar aquellos seres, mientras se llevaba la séptima u octava copa del delicioso líquido a la boca.
¿Quién llevaba la cuenta de todas maneras? Además, ella no se emborrachaba cómo los demás. Necesitaría más de dos botellas para sentirse ebria, aquello estaba claro. Y quería emborracharse, claro que sí.
Había sido derrotada, como siempre, y las derrotas se celebran, tanto o más que las victorias.
Era una sensación agradable, y además le evitaba tener que pensar demasiado ¿Qué había dicho una vez aquel filosofo? Ah sí, “La infelicidad del hombre viene de su incapacidad de quedarse en un rincón sin hacer nada”. Qué pena, que ella no fuese capaz de no hacer algo. Qué pena, que no supiese, nunca hubiese sabido contentarse con lo que tenía, aunque no fuese humana.
Su agarre alrededor de la botella se intensificó, y cogió una bocanada de aire para intentar calmar sus nervios y evitar romper la botella.
Era fácil olvidarse de la fuerza que tenía. De que ella no era una simple humana más. Era tan fácil, que le ocurría a menudo. El cuerpo que habitaba desde hacía milenios era una segunda piel. Le gustaba.
A veces, se aburría, y lo cambiaba por otro. Un vikingo pelirrojo y musculoso en la Suecia del siglo IX, una niña azteca en justo antes de la llegada de los europeos, un delicado bailarín ruso en la corte los zares en aquel diciembre de 1916.
A veces probaba también con otras formas. Apreciaba particularmente ser un gato. Probablemente la mejor de las especies, por eso la había recompensado. A su “madre” no le había hecho gracia, pero ya estaba hecho.
Ser un pájaro también estaba bien, poder sentir el viento en sus alas. Aunque no es cómo si nunca hubiese necesitado alas para volar. Ah, y de vez en cuando cogía le gustaba zambullirse en el agua bajo la forma de un pez. El agua le acercaba a lo que más le gustaba. Una pena que le recordase que no podía llegar a tenerlo.
Al final, jugar a ser humano era lo más divertido. La distraía. Sin embargo, nunca era suficiente. Su piel se resquebrajaba, su poder infinito intentando escapar por sus poros.
Y siempre volvía a aquella encarnación, y volvía allí. Donde todo había comenzado.
Saboreó una vez más el exquisito aroma afrutado, ligeramente amaderado de aquella gran reserva, mientras sus ojos oscuros se clavaban en un punto indefinido fuera de aquel apartamento.
Llovía. Era algo poco habitual en aquella región de Bagdad.
Suspiró y se levantó para llevar el vaso ya vacío a la pequeña mesilla que tenía cerca del sofá. Se paró delante del espejo que había de camino a la cocina, decidida a coger otra botella de vino, y observó cuidadosamente su reflejo. Una sonrisa de medio lado cruzó su rostro. Vanidad. Otro rasgo tan humano.
Se recogió un mechón de pelo rebelde que le bailaba sobre la frente. Sus ojos negros le devolvieron la mirada. Si uno observaba muy muy de cerca, podía ver el infinito en ellos, incluso las galaxias. Podía perderse en la atemporalidad de aquellos orbes negros que decididamente no eran naturales. Por eso mirar no era una buena idea. Aquellos que lo habían intentado habían perdido la cabeza.
Observó su piel bronceada, su largo pelo oscuro, espeso y áspero, tan propio de las personas originarias de aquella región.
Le gustaba ese aspecto. No solo porque era bello, desde un punto de vista humano, sino que la hacía sentirse cómoda.
Se había acostumbrado tanto a mezclarse en el mundo humano, que hasta ella necesitaba sentirse en casa. En realidad, no había empezado ahí su relación complicada, pero ahí las habían venerado por primera vez. La habían venerado a ella. Y eso colmaba ligeramente su sensación de vacío.
Mesopotamia…
Un ruido sonó cerca de ahí, y se movió hasta su móvil.
Un mensaje, de ella. El corazón de su cuerpo prestado dio un brinco y, por su madre, por el Universo, dolía.
“Nos vemos en una hora en mi piso.”
Era escueto. Frío. Altanero.
-Seré idiota -pensó mientras abría otra botella, esta vez de whisky. Necesitaba algo fuerte. El líquido dorado le quemó la garganta; no era suficiente. Quizá, si destrozaba aquel cuerpo, aquel avatar (ya lo reconstruiría más tarde) quizá dejaría de doler, aunque fuese durante un momento infinitesimal. ¿De todas maneras, que era para ella un segundo, un siglo, una eternidad?
Sí… cuando acabase la botella.
¿De todas maneras, que podía esperarse de ella?
Pensó en su rival. En su insoportable sonrisa y su energía vibrante emanando de ella, su sonrisa cristalina y su egoísmo constante en todo lo que hacía.
En el cuerpo que solía utilizar, aquella mujer alta de curvas exuberantes y cabello dorado, en los ojos cálidos chocolate.
Reprimió un gemido.
Por el Universo que hasta ella era sensible, tan humanizada como estaba, a aquella imagen ¿No podía haber usado algo más discreto?
Se llevó el whisky a la boca; no, claro que no.
Ella era de todo menos discreta.
Y pensó en, la muy maldita, cómo brillaba. Cómo las partículas vibraban a su alrededor, cómo ardía. Cómo una estrella.
Un recordatorio constante de que no eran compatibles.
El universo las había hecho complementarias pero opuestas. Dos caras de una moneda.
No te diste cuenta -pensó la mujer con rabia- o te da igual, de que la aventajaste.
¿Porque me creaste si no me puedes dar lo que quiero?
Esta vez el vaso se rompió y su mano empezó a sangrar, pero no le hizo caso. Tenía que recomponerse para su cita. No terminaría bien, nunca lo hacía.
Mientras las lágrimas caían, mientras la sangre manchaba la alfombra de aquel piso de Bagdad, la Muerte se preguntó porque tenía que haberse enamorado de la Vida.
Y cómo era desde el principio de los tiempos, no encontró respuesta.
***

Escritora: Patricia Cantón.
Instagram: @passepartout_reviews
Patricia nace en Madrid, Madrid, España el 02 de febrero de 1994.
Soy una persona dinámica, curiosa y con mucha imaginación. Me ha gustado leer desde que tengo uso de memoria, y dado que una parte de mi familia es francesa, he tenido acceso a la literatura de ambos países desde siempre. Soy Ingeniero Biomédico, me apasiona la ciencia y me gustaría ayudar a los demás. Estoy haciendo inteligencia artificial aplicada a todo tipo de enfermedades psiquiátricas y raras. Hablo varios idiomas. Me interesa mucho la literatura y la historia. Estuve mucho tiempo en una orquesta y un grupo de teatro. En la actualidad estoy trabajando en mis dos primeras novelas (una en edición y la otra en proceso de escritura) así como en un par de blogs, uno de ellos sobre literatura y cine (se lanzará a mediados de abril). Aparte de eso mis otras pasiones son el baile, dibujar, salir con mis amigos y viajar.
Lo que más me apasiona de escribir es poder crear experiencias nuevas o compartir las vividas, transmitir la maravillosa complejidad y riqueza del mundo que nos rodea y emocionar a las personas. Además de que es una forma de relajarme. 

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